Javier Franco TOPPER

24 de febrero de 2014

Canciones infantiles, no muy infantiles


Sammy el heladero, preso en el extranjero
¿Canciones infantiles hablando de decepción, alcoholismo, secuestro, venganza, muertos en guerra, machismo, pereza, irresponsabilidad o egoísmo?, pues hilando muy finamente podría decirse que sí. Igual que miles, yo crecí con “La serpiente de tierra caliente”, “Sammy el heladero”, “Mambrú se fue a la guerra”, “Arroz con leche”, “A la rueda rueda” o “Cucú cantaba la rana”; y todavía muchos niños las cantan porque hacen parte de una especie de tradición paternal. Hay ciertos fragmentos en la letra de esas canciones que dan un mensaje que interpreto como poco apto para los niños. ¿Seré muy quisquilloso o entiendo lo que no es?

No todo en la vida es color de rosa y es bueno que en la infancia uno vaya conociendo las realidades de un mundo no tan amigable como debería ser. De pronto esa es la razón por la cual algunos de los temas que interpreto de estas canciones están incluidos en ellas de alguna manera. Lo que me pregunto es: ¿están allí porque el mundo es así y es bueno irlo conociendo tempranamente o no sería mejor cambiar las canciones para ir cambiando el mundo y que las cosas sean mejor?

En todo caso, es hasta divertido encontrar esta especie de mensajes subliminales. Y es que las imágenes de algunos videos tampoco ayudan tanto.

Como siempre, no todas las versiones son exactamente iguales, pero en general la idea es la misma.

La serpiente de tierra caliente
Las nefastas consecuencias del alcoholismo

La serpiente bebiendo aguardiente
Una alegre serpiente que vivía en una zona cálida sonreía plácidamente mostrando su dentadura. La gente que la conocía parecía ya saber que su aparente demencia era producto de comer plátanos con aguardiente, como quien dice: pareciera andar todo el día borracha producto de la nociva mezcla.

Un buen día a la serpiente le dio por salir de su tierra a latitudes más frías (en el imaginario colombiano: como quien dice, se fue a buscar a Bogotá lo que parece que no encontraba en su tierra) y, pareciera que en medio de su demencia, quiso hacerse un peinado.

Seguramente producto de su estado alicorado y demente, no se había percatado que no tenía pelo para hacerse el peinado, resultando en una primera decepción. Luego, sin importar este primer fiasco, decidió comprarse unos zapatos, solo para darse cuenta –nuevamente tal vez producto de su embriaguez- que no tenía patas para usar el calzado.

Quién sabe cuál sería el destino final de la pobre serpiente, la canción no nos lo dice, pero no es muy arriesgado aventurarse a pensar que, luego de dos decepciones y todavía borracha, seguramente terminó vagando por las frías calles de aquel lugar apartado de la tierra caliente.

Ahí va la serpiente de tierra caliente
que cuando se ríe se le ven los dientes
Uy que está demente critica la gente
porque come plátanos con aguardiente.

La serpiente en un día
se vino a tierra fría
para hacerse un peinado
en la peluquería.
Pero ay qué tristeza
porque en su cabeza
no tiene ni un pelito
y no se pudo peinar

La serpiente en un día
se vino a tierra fría
a comprarse zapatos
en la zapatería.
Pero ay que pereza
y que amarga sorpresa
como no tiene patas
nada pudo comprar


Sammy el heladero
Preso en el extranjero

A pesar de que esta historia tiene un final feliz para su protagonista, no deja de ser bastante preocupante la situación que tuvo que atravesar.

Sammy era un pingüino que trabajaba haciendo helados. Al igual que la serpiente, pareciera que un día decidió ir a probar suerte a otras regiones, viajando hasta el África empujando su carro de helados. ¡Loable esfuerzo!

La abnegada ave comenzó con pie derecho su nueva aventura laboral, ya que el calor abrasador del continente africano fue la mejor excusa para que el león, el tigre feroz, el elefante y toda la familia, disfrutaran de sus refrescantes helados.

Pareciese que, luego del arduo trabajo y el largo viaje, los resultados para Sammy eran suficientemente buenos como para regresar a su tierra, pero al querer hacerlo, los salvajes animales africanos decidieron, nada más ni nada menos, que hacerlo prisionero.

Víctima de este secuestro extorsivo en el que había sido sumida su vida, Sammy fue forzado a continuar proveyendo de refrescantes helados a los acalorados animales, sin importar que su dignidad fuera aplastada dentro de un calabozo, donde no hacía más que sollozar, gritar y patalear por su libertad.

Ni corto ni perezoso, el antes noble y trabajador pingüino, se transformó en un ser lleno de rencor que planeó su venganza en contra de sus captores. Es así como sus refrescantes y codiciados helados empezaron a llevar clavos molidos y pimienta mojada. El alcance de su venganza no reparó en las terribles consecuencias que su producto podría tener en los salvajes animales, pero no importaba; para Sammy el fin justificaba los medios.

Aunque el relato cuenta que los animales salvajes se cansaron de los gritos del pingüino, no hay que ser muy brillante para entender que las causas de su liberación fueron más producto de su terrible venganza. Con todo y eso, parece que la inclusión del coro al final de la canción, da a entender que, antes de partir, debió suministrarles nuevamente helados. Finalmente así el heladero Sammy regresó a su patria de hielo, teniendo que empujar nuevamente su carrito por todo el trayecto. ¿Cómo habrá quedado luego de haber estado, parafraseando al canal Natgeo, “preso en el extranjero”?, ¿seguiría siendo feliz y gordito?

Sammy el heladero
es un pingüino feliz y gordito
vive en su patria de hielo
vendiendo helado y empujando su carrito

Los helados que Sammy vende
los hace con agua y con risa.
A veces le pone leche, nueces molidas
y un poco de pizca

Sammy un día partió al África
empujando su carrito
los animales salvajes comieron helado
y quedaron fresquitos

Para el león helado de limón
para el tigre feroz helado con arroz
para el elefante un helado gigante
para toda la familia un helado de vainilla

Sammy el heladero quiso volver
a su patria de hielo
los animales salvajes del África
lo tomaron prisionero

Sammy en su calabozo lloraba gritaba
y pataleaba y a los helados le echaba
clavos molidos y pimienta mojada

Pero por fin lo soltaron
porque se cansaron de oírles sus gritos
y Sammy el heladero volvió a su patria
empujando su carrito

Para el león helado de limón
para el tigre feroz helado con arroz
para el elefante un helado gigante
para toda la familia un helado de vainilla


Mambrú se fue a la guerra
Do-re-mi, do-re-fa, a la guerra vas y no volverás

Luego de leer un poco, resulta que esta canción no fue originalmente hecha para un público infantil, más bien, luego de algunos años, terminó convirtiéndose en parte de ese repertorio. En todo caso nos cuenta la historia del joven Mambrú, el prototipo del ciudadano común, seguramente de clase media o baja, que se ve obligado a combatir en un conflicto bélico. Sus familiares y amigos desconocían la fecha de su retorno, lo que da a entender que la guerra era bastante compleja y peligrosa, ya que ni los propios combatientes hacían parte de una organización que estableciera sus períodos de tiempo en el frente.

Pasó la pascua, pasó la trinidad, y nada que Mambrú regresaba. Uno se imagina a la triste madre de este soldado no desconocido, asomándose a la puerta para ver si regresaba sano y salvo. Después de tanto tiempo finalmente ella vio a lo lejos a un mensajero con la nefasta noticia de la muerte del héroe de la patria.

Imagino que después de soportar el dolor por la pérdida de un familiar y amigo, los conocidos de Mambrú organizaron su entierro. El cadáver fue llevado en ataúd de terciopelo y tapa de cristal, siendo enterrado en una tumba visitada por pajaritos.

Triste historia.

Mambrú se fue a la guerra,
qué dolor, qué dolor, qué pena,
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá.
Do-re-mi, do-re-fa,
no sé cuándo vendrá.

Vendrá para la Pascua,
qué dolor, qué dolor, qué pena,
vendrá para la Pascua,
o por la Trinidad.
Do-re-mi, do-re-fa,
o por la Trinidad.

La Trinidad se pasa,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!,
la Trinidad se pasa
Mambrú no vuelve más.
Do-re-mi, do-re-fa,
Mambrú no vuelve más.

Por allí viene un paje,
¡qué dolor, qué dolor, qué traje!,
por allí viene un paje,
¿qué noticias traerá?
Do-re-mi, do-re-fa,
¿qué noticias traerá?

Las noticias que traigo,
¡del dolor, del dolor me caigo!
las noticias que traigo
son tristes de contar,
Do-re-mi, do-re-fa,
son tristes de contar.

Que Mambrú ya se ha muerto,
¡qué dolor, qué dolor, qué entuerto!,
que Mambrú ya se ha muerto,
lo llevan a enterrar.
Do-re-mi, do-re-fa,
lo llevan a enterrar.

En caja de terciopelo,
¡qué dolor, qué dolor, qué duelo!,
en caja de terciopelo,
y tapa de cristal.
Do-re-mi, do-re-fa,
y tapa de cristal.

Y detrás de la tumba,
¡qué dolor, qué dolor, qué turba!,
y detrás de la tumba,
tres pajaritos van.
Do-re-mi, do-re-fa,
tres pajaritos van.

Cantando el pío-pío,
¡qué dolor, qué dolor, qué trío!,
cantando el pío-pío,
cantando el pío-pa.
Do-re-mi, do-re-fa,
cantando el pío-pa.


Arroz con leche
Un postre que resultó amargo

En medio de una inentendible relación entre el delicioso postre y un matrimonio, el interesado en contraer nupcias quiere casarse con una mujer nacida en la capital, vaya uno a saber sus razones. Seguramente el hecho de que ella provenga de una ciudad, puede asegurarle al despechado que cabe la posibilidad de dar con una familia acaudalada que le permita vivir con comodidad.

Sea cual sea su objetivo, el hombre parece encontrar a tres candidatas con las cuales podría llegar al matrimonio. Después de rechazar a dos de ellas, seguramente por no cumplir con los estrictos requerimientos que busca, se decidió por una tercera.

Pero la felicidad de la vida matrimonial se ve empañada por las obligaciones a las cuales se ve expuesta la nueva esposa. En lugar de convertirse en parte de una pareja equitativa y con los mismos derechos y deberes dentro de un hogar, es obligada a coser y bordar –parte de las exigencias del marido- y, por si esto no fuera poco, todavía debe abrirle la puerta a su nuevo y esclavizante esposo para que éste salga a jugar.

¿A jugar a qué, fútbol, billar, tejo, rana, póker o bolos con sus “amigotes”?, quién sabe, pero la realidad es que, mientras él sale a disfrutar del juego y de la vida, su mujer debe quedarse en casa bordando y cosiendo. ¿Y ella qué recibe?: un triste par de zapatos y medias que, para completar, son del mismo color; como para que se vea como foto todos los días. ¿Esa es la vida familiar del futuro?

Arroz con leche,
me quiero casar
con una señorita de la capital,
que sepa coser que sepa bordar,
que sepa abrir la puerta para ir a pasear.
Con ésta sí, con ésta no, con esta señorita me caso yo.
Cásate conmigo que yo te daré zapatos y medias color café.


A la rueda rueda
No estudiemos, durmamos

Me es difícil entender cómo ésta canción es tan popular dentro de las instituciones educativas, siendo en realidad una incitación a la pereza y a la irresponsabilidad.

Es una simple y corta ronda infantil que los niños cantan tomándose de las manos unos con otros y formando una rueda. Claramente por sus tiernas e inocentes mentes no pasa la idea de tomar literalmente la letra que sus maestros o padres les impulsan a cantar, de ser así la historia sería otra.

La cuestión es que, después de un alegre y sabroso comienzo –con una rueda de pan y canela-, el tutor del pequeño niño le pide un beso –seguramente de despedida- para que luego se dirija diligentemente a la escuela. Hasta ahí nada de anormal y perfectamente la canción podría haber finalizado en ese verso.

Pero no. El tutor, en un extraño arranque producto tal vez de su intención de brindarle a su protegido opciones para que su mente aprenda a elegir, le propone al pequeño que puede acostarse a dormir en caso de no querer asistir a la escuela. ¡Y qué siesta la del niño!: sobre la hierbabuena y el toronjil.

Ese sí es el final de la canción, una que literalmente les ofrece a los pequeños la opción de no asistir a la escuela y quedarse dormitando, si así es su elección.

A la rueda, rueda
de pan y canela,
dame un besito
y vete pa' la escuela,
si no quieres ir
acuéstate a dormir
en la hierbabuena
y en el toronjil.


Cucú cantaba la rana
Cucurea todo lo que quieras, serás ignorado

La rana llora desconsolada
La protagonista de esta historia es una desconocida ranita. No conocemos su nombre, ni su vida, ni algún otro detalle sobre ella. Sólo sabemos que ella podía cantar estando sumergida bajo el agua, con la sorprendente habilidad de que el “cucú” emitido desde su garganta se podía escuchar fuera del preciado líquido.

Sin duda un ser con maravillosas cualidades dignas de apoyar y honrar. Pero la ranita, a pesar de cantar y cantar mostrándoles a todos quienes pasaban a su lado sus impresionantes capacidades, seguía siendo ignorada.

El caballero de capa y sombrero, típica representación del hombre de clase alta que ve por encima del hombro a los demás, pasó por su lado sin prestarle atención. La señora de traje de cola, ensimismada en su propia vida sin preocuparle aparentemente la de los demás, también caminó cerca de la ranita ignorándola por completo.

En esas llegó un marinero. Una persona diferente a los otros dos personajes que antes habían pasado sin siquiera reparar en la presencia de la ranita. Este marinero, aparentemente más humilde que otros, se dedicaba a vender romeros. Seguramente la situación laboral en el negocio de la marinería no era la mejor y al pobre hombre de mar le había tocado subsistir vendiendo las maticas.

Una pequeña esperanza para la ranita; parece que este hombre sí la tomaría en cuenta. Arriesgándose a ello, la ranita le pidió un ramito al marinero. Pero tajantemente éste no se lo quiso dar.

¿Conclusión?, la ranita, viéndose ignorada hasta por quien pensó que podría ser una persona noble, se echó a llorar. Su gran habilidad de cantar bajo el agua quedó desperdiciada e ignorada por el mundo.

Hay una versión más extensa en la que incluso pasa una criada, hay unas moras incluidas y hay una revolcada por parte de la ranita siendo ignorada, pero esta letra aumentada solo amplifica el nivel de frustración del pobre anfibio.

Cucú cucú cantaba la rana.
Cucú cucú debajo del agua.
Cucú cucú pasó un caballero.
Cucú cucú con capa y sombrero.
Cucú cucú pasó una señora.
Cucú cucú con traje de cola.
Cucú cucú paso un marinero.
Cucú cucú vendiendo romero.
Cucú cucú le pidió un ramito.
Cucú cucú no le quiso dar.
Cucú cucú y se echo a llorar.



Aserrín asserán
No coman queso ni pan, emborráchense


Gracias a un aporte de mi hermano, actualizo esta entrada con una canción que había olvidad incluir.

Se trata de, al parecer, un grupo de leñadores que día a día se dedican a aserrar maderas. Sierran, sierran y sierran.

Como parte de su merecido descanso, estos laboriosos hombres de la madera que habitan en algún lugar llamado San Juan, se dirigen a un espacio que uno puede interpretar como una tienda o algo similar. Los serradores solicitan a quien atiende que les provea de pan. Pero no, no se los dan, les es negado.

En medio de su indecisión por no haber encontrado algo hecho de harina para recargar energías y continuar trabajando, deciden preguntar por algo de queso, esperando encontrar otro producto que les permita disfrutar de su descanso y alimentar el buche.

Pero no. Peor incluso que en el caso del pan, la persona que atiende no les informa que no hay del producto, sino que aparentemente los engaña y les da hueso, queriendo hacerlo pasar por el queso.

Otras personas hubieran ya desistido de comprar algo de comer en ese lugar e incluso habrían formado un problema mayor al verse engañados por el tendero. Pero no los madereros, ellos sólo pueden pensar en su hambriento estómago.

Sin embargo algo cambia en la mente de los hombres y preguntan por un vino. ¡Vino!, nada menos hidratante y beneficioso para consumir en momentos en que el cuerpo lo que necesita es energías.

El resultado era de esperarse y los hombres resultaron mareados. Vaya uno a imaginarse cuánto bebieron; pero la conclusión es que dejaron el trabajo tirado y se fueron borrachos a otro lugar.

Para hacer de esa canción un ejemplo peor, resulta que hay distintas versiones dependiendo de la región del mundo donde se cante, algunas incluso con decapitaciones, masacres, peleas, castigos físicos. Aquí les dejo algunas de las versiones:

Aserrín, aserrán,

los maderos de San Juan,
piden pan, no les dan,
piden queso, les dan hueso
piden vino, si les dan
se marean y se van.

_____

Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan,
piden pan, no les dan,
piden queso, les dan hueso
y les cortan el pescuezo.
_____

Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan,
piden pan, no les dan,
y se van a batallar.
con San Juan, San José,
se pelean otra ve´.
Indios sí, indios no,
los mataron, que pená.
Tralalí, tralalá,
¿quién será el que morirá?
No lo sé, no lo sá,
no lo sabe nadie ma´.
¡Aserrín!, qué chiquín,
aserrán, será Don Juan.
No se van, indios Juan,
se cortaron los dedós
y también el pescuezó.
¡Qué masacre, qué dolor,
todos mueren menos yo!
Todos, todos, todos ¡Sí!  
____

Los niñitos de San Juan,
piden pan, no le dan,
piden queso, menos eso,
piden látigo, eso sí le dan.

Esos son algunas de las canciones infantiles, no tan infantiles. Sí, acepto que de pronto hilo muy delgado y seguramente estoy interpretando la letra de la misma forma en que Les Luthiers interpretan un versículo el libro “Warren tiene todas las respuestas” –que ustedes pueden adquirir en el puesto instalado en el hall del teatro- de Warren Sánchez, y que pueden apreciar en este video, con la parte referida entre los minutos 9:24 y 10:50 (aunque todo el sketch es excelente).

 
Valga la pena la aclaración final: no es para tomarse tan en serio todo este texto.

1 comentario:

  1. Excelente articulo, ya sabia yo que algunas canciones infantiles eran medias raras.

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