Decidir entre un sí o un no, entre ir o no ir, entre decir o no decir, entre hacer o no hacer; siempre habrá un momento de duda, a veces serán más largos que otros, más difíciles que otros, habrán más o menos argumentos alrededor, más o menos razones, más o menos consecuencias, pero al final siempre existirá una decisión, un camino que tomar, ¿era este el correcto?
¿Acaso hay alguna forma de comprobar si el camino no tomado era mejor o peor?, ¿acaso hay alguna forma de retroceder o adelantar el tiempo para saberlo con total certeza?
Esa certeza, puede llegar a ser tan vaga como la sola idea de pensar que siempre habrá decisiones correctas. De algo sirve ver Discovery Channel y al menos conocer un poco más durante los comerciales con aquello del gato, el ratón y el tubo que explicaba João Magueijo o como el Gato de Schrödinger que explicaba Sheldon Cooper: tenemos las herramientas para analizar y emitir una respuesta y podemos estar igual de seguros de ella como igual de inseguros; esa es la vaguedad de la certeza.
Pero esa vaguedad no debería ser una argumento tan fuerte como para tumbar completamente la idea de que sólo hay decisiones correctas, ¿por qué?, la respuesta puede satisfacer a quien así lo desee, porque al final nuevamente será su decisión.
Si es imposible viajar al pasado para revertir una decisión o viajar al futuro para comprobar si lo que estamos decidiendo en el presente será lo correcto, entonces muchos argumentos que atormentan el presente no deberían existir. El presente es lo que se está viviendo y esa decisión debe ser aprovechada siempre, no importan las circunstancias.
Es difícil pensar que el resultado de la decisión que se tomó sea negativo y aún así aprovecharlo, pero nuevamente estamos donde comenzamos: es el presente el que estamos viviendo, la decisión ya se tomó.
Pensar que era la incorrecta puede ser ver el vaso medio vacío. Se puede pensar que era la correcta porque, sea como sea, nos tiene viviendo ese presente, somos el resultado de nuestras decisiones y aceptar nuestra vida tal y como llega gracias a ella no es ser conformistas, es apreciar nuestra propia sabiduría por haber elegido lo que elegimos vivir.
La decisión correcta no está entre el sí o el no, entre ir o no ir, entre decir o no decir, entre hacer o no hacer, la decisión correcta está en hacerlo y sacar todo el provecho de esa decisión. Es imposible que una mente que puede discernir entre dos caminos no pueda sacar el verdadero provecho de aquél que tomó.
Se dice por ahí que el camino más difícil es el correcto, ¿y si se va por el fácil, es el incorrecto?, no necesariamente, esa fue la decisión y todas sus consecuencias han de ser aceptadas porque fue una decisión propia, fue la decisión correcta para ese presente.
No hay decisiones incorrectas, sólo hay decisiones correctas porque estamos hechos de ellas y apreciar nuestra vida es valorar o no todos esos presentes, valorar o no las acciones y momentos pasados. Valorarlos o no es también una decisión.
La decisión correcta es vivir el ahora, pensar en el futuro, pero saber que la vida no nos elige, nosotros elegimos cuál vivir, esa es nuestra decisión, esa es la decisión correcta.
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